Tal vez
“Impulso Adolescente” sea una película que tendríamos que ver todos los integrantes del seminario. Porque es una historia sumamente compleja. Esa complejidad de la que hablo es, para mí, un collage de situaciones que giran en torno de las cosas que no nos gustan admitir de nosotros mismos; como la necesidad de sentirnos necesitados, de mostrar nuestras verdaderas particularidades, de las vueltas que damos para ponerle nombre a un problema, del miedo de hacernos cargo de ese problema y de la inseguridad que sentimos, luego, al intentar afrontarlo. Como también, el aceptar que muchas veces vivimos comparándonos con “los otros”, prestando demasiada atención a nuestro exterior, a lo que nos rodea, y desoyendo nuestro interior, lo que realmente somos. Y por qué no, el asumir que en reiteradas oportunidades vivimos pendientes de lo que esos mismos “otros” esperan de nosotros.
El protagonista, Justin, es un adolescente de 17 años, inseguro y lleno de temores por enfrentar el mundo exterior.
Justin al angustiarse y sentirse solo se chupa el dedo pulgar y se encierra en sí mismo, en su mundo. Es hijo de Mike, un futbolista frustrado que trabaja como gerente en una tienda de ropa deportiva, y de una madre que está en la constante búsqueda de su “cualidad distintiva”, que hace todo por superarse a si misma, sentirse útil, necesitada y, básicamente, por encontrar su lugar en esta historia.
Esta familia se completa con Joel, el hermano menor de Justin, quien soporta la pesada carga de verse obligado a ser “normal”.
Nuestro protagonista concurre a la escuela, donde conoce a Rebbeca -ella representa a las auténticas y más variadas tentaciones para Justin-, una adolescente extrovertida que integra el club de debate, que le insiste a su compañero para que se muestre tal cual es, que muestre sus verdades, que intente abrirse. Con ella, Justin, mantiene una relación que logra confundirlo.
Rebbeca experimenta distintas formas de vida, prueba y vivencia abanicos de posibilidades, en búsqueda de educarse a sí misma.
Perry, el ortodoncista al que Justin concurre, intenta ayudarlo y le habla de los comportamientos involuntarios, dice que éstos son causas de pesos que no reconocemos, que nos hacen hacer cosas que difícilmente nos gusten admitir. Perry habla de ser honesto con uno mismo.
En el transcurso de la historia podemos ver como la familia, la escuela, la comisaría, el hospital –todas instituciones de la modernidad- y la cultura van configurando a las personas.
En la escuela encontramos al profesor Gearay y a la Sra. Wood.
El profesor -coordinador del club de debate al que Justin logra ingresar y hasta convertirse en líder- estimula, alienta y cree en las capacidades de nuestro protagonista, motivo por el cual busca ayudarlo. Así se llega a una reunión entre Justin, sus padres, el profesor y la Sra. Wood.
Esta última considera que Justin es un alumno prometedor pero que hay algo que interfiere en su potencial, que es distinto al resto de los adolescentes. Ella le diagnostica ADHD (trastorno de déficit de atención/hiperactividad) y le sugiere un tratamiento; medicarse con drogas estimulantes como Ritalín, Aderol, Clanadín y Tenex.
Finalmente Justin, que desea autocontrol, confianza y valentía, acepta el tratamiento.
A partir de este momento lo que se refleja en el film encuentran claras relaciones con lo que Sloterdijk escribe en el capítulo III de su libro “Extrañamiento del Mundo”.
Según la madre de Justin “Todos somos adictos a algo…tal vez a una idea de nosotros mismos, tal vez a una idea de éxito o fracaso, a nuestras vidas…”.
Frase que me trae a la mente parte de una canción de Soda Stereo: “…Pruébame y verás que todos somos adictos, a estos juegos de artificio…Lo que seduce nunca suele estar donde se piensa”.
De aquí en adelante se observan notables cambios en la vida de nuestro protagonista -cambios que tienen repercusión en los distintos entornos-, quien expresa, por ejemplo: “Me siento como yo mismo”, “Estoy aprendiendo a ganar”.
En el entorno familiar, la madre busca trabajo inspirada en los logros de Justin, y el padre, quien no confía en que su hijo puede cambiar con tan solo proponérselo y que le reclama más esfuerzo para progresar en sus estudios, tiene la impresión de percibir que su hijo cree superarlo en inteligencia.
A medida que el film avanza Justin llega a poner en evidencia las actitudes, las fortalezas y debilidades de los otros, a quienes sin proponérselo, el supuesto necesitado de ayuda, ayuda a superar obstáculos.
Mientras se iba desarrollando la historia, la relación de justin con sus padres me recordó la letra de una canción de Spinetta, “Todas las hojas son del viento” (por si la quieren leer la anexo al final del texto).
No tiene mucho sentido contar el final de la película, pero sí me tentó anticipar que las situaciones que movilizan, en un principio, la trama del film comienzan a mezclarse. Los blancos o negros encuentran la oportunidad de convivir con los grises y, tal como le sucede a Justin y al resto de los personajes, aparece la sensación de confusión y de cambio de dirección de las inquietudes que en primera instancia llevaban adelante esta historia.
Los personajes aprenden otra versión de sí. Se podría decir que encuentran el camino que los conduce a entenderse a sí mismos o que, por lo menos, ejercitan la tarea de no estar peleados con lo que son ni preocupados por como los vean los otros.
Uno de los personajes, Perry, concluye diciendo algo como: Lo importante es aceptarse como cada uno es…el hombre solo puede esperar, suponer, tratar…un problema no tiene porque ser tal, qué tiene de raro ser distinto. “La rareza es engañarte con que has encontrado la respuesta. Porque eso es mentira…E truco es vivir sin una respuesta. Creo…”
Laura V. Verón
Cuida bien al niño, cuida bien su mente.
Cuidalo de droga, snunca lo reprimas.