miércoles, 17 de octubre de 2007

La escuela como máquina de educar

“Nada mejor en momentos de crisis y cambios que dirigir la mirada simultáneamente hacia la mayor cantidad de tiempos que podamos, hacia el futuro y hacia el pasado.”
Cecilia Braslavsky (2001) en la presentación de La escuela como máquina de educar

Pineau enumera “las partes del camello” de la tan naturalizada escuela, cita a Kant: “se envía al principio los niños a la escuela, no ya con la intención de que aprendan algo, sino con la de habituarles a permanecer tranquilos y a observar puntualmente lo que se les ordena…” y nos recuerda que apenas se pudo superar la definición de Durkheim de Educación: “La educación es la acción ejercida por las generaciones adultas sobre las que todavía no están maduras para la vida social…” Los insoslayables.
Para Pineau, Durkheim “naturaliza” la escuela negando su historicidad, por eso él se ocupó de documentar el proceso de su génesis.
Teniendo ya claro que, aunque hoy nos resulte imposible imaginar un mundo sin escuelas, es una institución “construida artificialmente por mentes y prácticas humanas”[1], estamos en la búsqueda de nuevas promesas y esperanzas para reiniciarla como proyecto para todos. ¿Cabe construir otra “máquina de educar” masiva o necesitamos inventar otro/s artefacto/s a medida de los “niños”/crías humanas que no pueden subsumirse bajo el concepto moderno de “infancia”?
Si Pineau plantea que “el triunfo de la escuela se debió a que fue capaz de hacerse cargo de la definición moderna de Educación”, y si sostiene que Durkheim logró condensar en la suya todo el potencial de esa concepción y repito, aun no ha sido superada, tal vez nos señala el inicio del cambio: redefinir Educación.
Se me ocurre para comenzar citar a Kant en el final de su Pedagogía:
“De todos modos está bien que un hombre dedique su vida a enseñar a muchos a la vez a vivir (… ) Las escuelas, son, por ello, necesarias, pero para que sean posibles hay que educar a Emilio”. ¿Podremos inventar otras formas de enseñar a vivir, que no tengan ese formato?
A pesar de estas dudas tengo claro que lo primero es definir La Educación que creemos que los nuevos necesitarán. Para empezar, del pasado registrado podemos seleccionar lo que hay que transmitir, porque de las nuevas tecnologías que vayan surgiendo, sin duda necesarias, se encargarán los mismos nuevos, ya entrenados en el cambio y el aprendizaje continuo. Esta selección dará forma al tipo de ser humano que vivirá en el mundo, pero no podemos predecir qué le será más útil, más allá de la flexibilidad ante el cambio.
¿Qué Emilio necesitamos? ¿Cuál es nuestro ideal? ¿Volveremos a maestros como modelos en todo?, porque a mi juicio, el Emilio que precisa Kant será maestro. “Maestros, sed virtuosos y buenos y procurad que vuestros ejemplos queden grabados en la memoria de los alumnos,…” reclamaba Rousseau en su tratado sobre la educación.
El maestro de “Ser y tener” se ocupa solo de su clase única y el documental lo muestra dedicándose a cada grupo y en forma individual de sus diez alumnos desde jardín hasta sexto grado, enseñando, reprendiendo, alentando, consolando, mediando, guiando, acompañando. Toda la película es de ritmo lento, parece que no sucede nada, pero precisamente muestra en proceso las diversas situaciones de aprendizaje, a veces en grupo, otras de a dos, a través de descubrimientos solitarios o con la dedicación amorosa del maestro. El clima inhóspito del comienzo contrasta con la quietud interior, como metáfora del lugar seguro que supo ser la escuela, “La escuela se convierte en la caja donde se conserva algo positivo de los ataques del exterior negativo”, dice Pineau[2].
[1] Idem.
[2] Pineau (2001) ¿Por qué triunfó la escuela? Página 31/3.

Nora rodríguez

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