La película es una declaración de principios y pensamientos de los realizadores sobre el conflicto palestino – israelí, así como una declaración de su esperanza por encontrar una vía para la solución del enfrentamiento, por débil que ésta pueda ser.
Alrededor de las historias de siete niños israelíes y palestinos, los cineastas muestran la complejidad del conflicto, sus múltiples ramales y laberintos, sus profundas raíces religiosas de matiz fundamentalista. Pero lo más doloroso es que de todas estas historias, sólo hay un encuentro de las dos culturas con los niños como puentes que las enlazan.
Tal parece que la imagen que abre y cierra el documental de Shapiro, Goldberg y Bolado, una llanta ardiendo que recorre una calle, se convierte en una cruel metáfora del conflicto devenido un círculo vicioso histórico, en donde se queman los individuos de los dos pueblos, en un relevo generacional empapado de desconfianza, odio, justificaciones religiosas de a quien pertenece la tierra, fundamentalismos enfrentados, etc.
Frente a este panorama, los realizadores se colocan en una posición de análisis liberal laico y presentan su opción. Los adultos no son opción de solución, encerrados en el dolor y poco permeables a cambiar su posición para tolerar la existencia del Otro, especialmente cuando tienen raíces profundas religiosas de corte fundamentalista, especialmente en el lado israelí, al que pertenecen los realizadores.
La opción son los niños, más permeables, tolerantes y con curiosidad para conocer al Otro y descubrir que es más semejante a uno mismo de lo que se creía. leer más