Comentario del capítulo II ¿Adónde van los monjes?
1-Metoikesis-cambio de morada del alma.
No merece la pena demorar el curso del destino aceptado porque para el filósofo, él maestro en morir, las cosas corporales no invitan a la eternidad.
La expresión METOIKESIS significa traslado, es una metáfora de movimiento que deja entrever una tesis sobre el modo de ser del hombre, es decir: el hombre es el animal abocado al cambio de domicilio, de morada. El hombre es movedizo, es existencia de tránsito, y esas formas de movimiento marcan la forma de vida humana de principio a fín.
Aquí el sustrato susceptible de traslado que cambia de domicilio al morir es el alma, y ese traslado a otra forma de estar en sí, entendido como una última metamorfosis hace referencia a la movilidad de la existencia humana.
Eso que se muda “de aquí a allá” lo hace entre diversos estados físicos o dimensiones del ser, con una irreductible dinámica de cambio.
La venida al mundo representa un caso de metoikesis y, en consecuencia, los hombres deben ser entendidos como seres nacientes, vivientes, entrantes, reconocidos como animales que se trasladan y cambian de elemento.
“Traslado de morada es la característica que aparta a los hombres de la generalidad de las formas animales”. Los hombres evolucionan, son animales problemáticos que mediante los movimientos de búsqueda tratan de hallar la posibilidad de huída del mundo.
Existe un humano potencial de traslado.
La historia se entiende como el desarrollo de la lucha por el verdadero lugar y elemento de la vida humana.
2- El Principio – Desierto.
Anacoretismo y monacato son prácticas del autotraslado al “otro elemento” que comienzan a imponerse a las almas bajo el singular Dios (s IV al VII).
Las comunidades monacales no fueron posibles ni necesarias hasta una época en la que el hombre precisó desarrollar culturas de separación del entorno. Es la época de la transición de las sociedades paganas al monoteísmo imperial.
La revolución anacoreta muestra que la cristianización de masas se logró gracias a que los grandes maestros de la mortificación demostraban que esfuerzos se necesitaban para convertir las almas.
Los anacoretas y monjes que comienzan a poblar los desiertos realizaban un traslado audaz: pues se elevaban de las formas de vida mundana a lo diverso, al elemento llamado Dios.
El éxodo al desierto es el éxodo al elemento hostil al hombre, se realizaba para probar en, o, contra el propio cuerpo todo lo que podían soportar para estar con Dios. Allí se pone a prueba el anhelo de trasladarse del todo a Dios. El deseo de estos monjes era detener la corriente del venir-al- mundo creador de frivolidades, dejar de ser hombres mundanos y convertirse en hombres divinos.
El mundo es el compendio de intereses, viene a ser todo aquello que hace resistencia en el cortocircuito Dios-alma.
Ser-en-el- mundo tiene el sentido de cumplir el tiempo del rodeo a través del elemento que produce adhesión y obligación.
Venir-al-mundo puede interpretarse como la ocupación del exterior, vivir en el mundo significa abismarse a los quehaceres mundanos.
El interés es evitar que el mundo interfiera entre Dios y el alma, así pues quien va al desierto escoge el espacio que le es más apto que ningún otro para minimizar el mundo desde un lugar mundano, es el lugar menos propicio para la vida por eso es el menor de los males.
En el desierto se experimenta el casi-no-ser real que no reclama ningún interés para sí, es un espacio de proyección para la escenificación del alma. La alianza con el desierto es como un modo de transito mediador que tiende a cero, es como un pacto enemigo del crecimiento (característica mundana por excelencia), pues donde no crece nada se desarraiga el devenir erróneo. De ahí que la virtud de los sabios es desafiar al desierto. “El desierto no es más que otro nombre para la sombra del mundo en la que se encuentran los hombres, a partir del hecho de que no quieren interpretar ni transformar el mundo, sino abandonarlo”.
3-La Desviación Occidental.
Huída del Mundo Hacia adelante.
Al cabo de una serie de pasos que se pueden interpretar como una retracción consecuente del extremismo anacoreta, se observa una compleja civilización occidental que consiste en una negativa al principio – desierto.
Tres de esos pasos son: “el receso de los solitarios en beneficio de las comunidades monacales, el reforzamiento de la dimensión trabajo en la regla occidental, el monacato protestante y la proscripción de la vida contemplativa mediante la sociedad de producción burguesa moderna”.
“Los contemporáneos del siglo XX entienden la expresión “huída del mundo” como un síntoma de enfermedad”.
A Partir de la Revolución Francesa ya no se precisa creer en la necesidad de monasterios, pues ya no se recuerda en contra de qué se debiera cimentar algún día el mundo moderno.
En esta sociedad secular parece perder su sentido la pregunta de adónde van los monjes.
“El Occidente moderno no tiene monjes, y los últimos monjes no tienen desierto”, es decir, los monasterios ya no tienen una presencia significativa porque no poseen la capacidad de representar a esta época.
Una de las conquistas de la modernidad es la soberanía de la mundanidad, “el mundo es todo lo que se puede ser”.
“La modernidad es la época de los media, de la comunicación y de la automediación”. La mundanidad se basa en la dinámica de la comunicación absoluta, en la movilización permanente.
“En la época de la comunicación absoluta, la unidad y la autonomía del mundo dependen de la universalidad e ininterrupción de la corriente mediadora”.
“La lengua universal es el materialismo mediático”.
Pero esto también produce efectos indeseados, ya que hasta los más potentes comunicadores están expuestos a los sentimientos de irrealización y a un mundo que considere poco aceleradas las velocidades inhumanas.
Pero, “por todas partes, hace carrera la lentitud como equivalente funcional de la trascendencia; presenta el atractivo de evitar el fastidio de tener que soltar sermones masivos sobre Dios y el alma ante un distinguido público”.
Hoy se piensa en los conceptos Dios – alma “a modo de teoría de las catástrofes: como desconexión de la red, interrupción de la mediación”.
Hoy “alma es lo que no sirve de mediación…existen sólo en tanto se ven obligadas a dar noticia de sí ante el riesgo de su perdida” (¿en la modernidad, las almas irrumpen ante la perturbación?)
En la modernidad la pregunta del principio del capitulo debería plantearse como: ¿qué va a ser de los monjes frustrados? O ¿qué hacen los monjes en una época sin monasterios? ¿Adónde se orientan ahora los impulsos fugitivos del mundo?
Una de las tesis (con tendencia de diagnóstico cultural) plantea que el potencial de huída abriría nuevas rutas, pero estas serían, a su vez, “una huída del mundo a hacia el mismo mundo”. “En tanto es inherente a todo lo moderno un rasgo básico de mejora”.
“La negatividad concreta que nace del mismo mundo se recicla, a su vez, en la posibilidad de un mundo venidero positivo”.
“L a insatisfacción instruida, dice Bloch, es motor de la historia”, la huída del mundo se reemplaza con la dinámica de progreso.
La otra tesis (con tendencias antropológicas) “aventura una universalidad del factor monástico”, se habla de “un arquetipo universal de monje”. Aquí no se pierde el potencial monástico y la huída del mundo se reconvierte en celebración del mundo.
Al autor “no le parece plausible entender el fenómeno del monje como metáfora, local y provisional, de un problema capital acósmico todavía no conceptuado”. La pregunta inicial debiera reformularse radicalmente y ya no hablar de monjes, sería: ¿Cómo se manifiesta la acosmisidad humana en la modernidad? ¿Cómo se organizan, hoy, las fuerzas dirigidas al traslado de morada? ¿Qué va a ser de los impulsos del animal polivalente a marcharse y a salir de la ruta sin las vías anacoretas o monásticas?
Hoy la musicalización mediática inunda lo último de interioridad libre, y con su intensidad reemplazó al desierto.
En la modernidad el desierto se ha perdido y el refugio monacal se halla clausurado.
“Distanciamiento del mundo es el mínimo común denominador de sociedad poliescapista”. “En una época sin monjes tienen que buscarse otras salidas”, salidas que contradigan a la burguesía, al atacarse con contenidos que proporcionan el propio hartazgo ininterrumpido, salidas que busquen el “enriquecimiento en la ampliación del espacio interior”.
Laura V. Verón
No merece la pena demorar el curso del destino aceptado porque para el filósofo, él maestro en morir, las cosas corporales no invitan a la eternidad.
La expresión METOIKESIS significa traslado, es una metáfora de movimiento que deja entrever una tesis sobre el modo de ser del hombre, es decir: el hombre es el animal abocado al cambio de domicilio, de morada. El hombre es movedizo, es existencia de tránsito, y esas formas de movimiento marcan la forma de vida humana de principio a fín.
Aquí el sustrato susceptible de traslado que cambia de domicilio al morir es el alma, y ese traslado a otra forma de estar en sí, entendido como una última metamorfosis hace referencia a la movilidad de la existencia humana.
Eso que se muda “de aquí a allá” lo hace entre diversos estados físicos o dimensiones del ser, con una irreductible dinámica de cambio.
La venida al mundo representa un caso de metoikesis y, en consecuencia, los hombres deben ser entendidos como seres nacientes, vivientes, entrantes, reconocidos como animales que se trasladan y cambian de elemento.
“Traslado de morada es la característica que aparta a los hombres de la generalidad de las formas animales”. Los hombres evolucionan, son animales problemáticos que mediante los movimientos de búsqueda tratan de hallar la posibilidad de huída del mundo.
Existe un humano potencial de traslado.
La historia se entiende como el desarrollo de la lucha por el verdadero lugar y elemento de la vida humana.
2- El Principio – Desierto.
Anacoretismo y monacato son prácticas del autotraslado al “otro elemento” que comienzan a imponerse a las almas bajo el singular Dios (s IV al VII).
Las comunidades monacales no fueron posibles ni necesarias hasta una época en la que el hombre precisó desarrollar culturas de separación del entorno. Es la época de la transición de las sociedades paganas al monoteísmo imperial.
La revolución anacoreta muestra que la cristianización de masas se logró gracias a que los grandes maestros de la mortificación demostraban que esfuerzos se necesitaban para convertir las almas.
Los anacoretas y monjes que comienzan a poblar los desiertos realizaban un traslado audaz: pues se elevaban de las formas de vida mundana a lo diverso, al elemento llamado Dios.
El éxodo al desierto es el éxodo al elemento hostil al hombre, se realizaba para probar en, o, contra el propio cuerpo todo lo que podían soportar para estar con Dios. Allí se pone a prueba el anhelo de trasladarse del todo a Dios. El deseo de estos monjes era detener la corriente del venir-al- mundo creador de frivolidades, dejar de ser hombres mundanos y convertirse en hombres divinos.
El mundo es el compendio de intereses, viene a ser todo aquello que hace resistencia en el cortocircuito Dios-alma.
Ser-en-el- mundo tiene el sentido de cumplir el tiempo del rodeo a través del elemento que produce adhesión y obligación.
Venir-al-mundo puede interpretarse como la ocupación del exterior, vivir en el mundo significa abismarse a los quehaceres mundanos.
El interés es evitar que el mundo interfiera entre Dios y el alma, así pues quien va al desierto escoge el espacio que le es más apto que ningún otro para minimizar el mundo desde un lugar mundano, es el lugar menos propicio para la vida por eso es el menor de los males.
En el desierto se experimenta el casi-no-ser real que no reclama ningún interés para sí, es un espacio de proyección para la escenificación del alma. La alianza con el desierto es como un modo de transito mediador que tiende a cero, es como un pacto enemigo del crecimiento (característica mundana por excelencia), pues donde no crece nada se desarraiga el devenir erróneo. De ahí que la virtud de los sabios es desafiar al desierto. “El desierto no es más que otro nombre para la sombra del mundo en la que se encuentran los hombres, a partir del hecho de que no quieren interpretar ni transformar el mundo, sino abandonarlo”.
3-La Desviación Occidental.
Huída del Mundo Hacia adelante.
Al cabo de una serie de pasos que se pueden interpretar como una retracción consecuente del extremismo anacoreta, se observa una compleja civilización occidental que consiste en una negativa al principio – desierto.
Tres de esos pasos son: “el receso de los solitarios en beneficio de las comunidades monacales, el reforzamiento de la dimensión trabajo en la regla occidental, el monacato protestante y la proscripción de la vida contemplativa mediante la sociedad de producción burguesa moderna”.
“Los contemporáneos del siglo XX entienden la expresión “huída del mundo” como un síntoma de enfermedad”.
A Partir de la Revolución Francesa ya no se precisa creer en la necesidad de monasterios, pues ya no se recuerda en contra de qué se debiera cimentar algún día el mundo moderno.
En esta sociedad secular parece perder su sentido la pregunta de adónde van los monjes.
“El Occidente moderno no tiene monjes, y los últimos monjes no tienen desierto”, es decir, los monasterios ya no tienen una presencia significativa porque no poseen la capacidad de representar a esta época.
Una de las conquistas de la modernidad es la soberanía de la mundanidad, “el mundo es todo lo que se puede ser”.
“La modernidad es la época de los media, de la comunicación y de la automediación”. La mundanidad se basa en la dinámica de la comunicación absoluta, en la movilización permanente.
“En la época de la comunicación absoluta, la unidad y la autonomía del mundo dependen de la universalidad e ininterrupción de la corriente mediadora”.
“La lengua universal es el materialismo mediático”.
Pero esto también produce efectos indeseados, ya que hasta los más potentes comunicadores están expuestos a los sentimientos de irrealización y a un mundo que considere poco aceleradas las velocidades inhumanas.
Pero, “por todas partes, hace carrera la lentitud como equivalente funcional de la trascendencia; presenta el atractivo de evitar el fastidio de tener que soltar sermones masivos sobre Dios y el alma ante un distinguido público”.
Hoy se piensa en los conceptos Dios – alma “a modo de teoría de las catástrofes: como desconexión de la red, interrupción de la mediación”.
Hoy “alma es lo que no sirve de mediación…existen sólo en tanto se ven obligadas a dar noticia de sí ante el riesgo de su perdida” (¿en la modernidad, las almas irrumpen ante la perturbación?)
En la modernidad la pregunta del principio del capitulo debería plantearse como: ¿qué va a ser de los monjes frustrados? O ¿qué hacen los monjes en una época sin monasterios? ¿Adónde se orientan ahora los impulsos fugitivos del mundo?
Una de las tesis (con tendencia de diagnóstico cultural) plantea que el potencial de huída abriría nuevas rutas, pero estas serían, a su vez, “una huída del mundo a hacia el mismo mundo”. “En tanto es inherente a todo lo moderno un rasgo básico de mejora”.
“La negatividad concreta que nace del mismo mundo se recicla, a su vez, en la posibilidad de un mundo venidero positivo”.
“L a insatisfacción instruida, dice Bloch, es motor de la historia”, la huída del mundo se reemplaza con la dinámica de progreso.
La otra tesis (con tendencias antropológicas) “aventura una universalidad del factor monástico”, se habla de “un arquetipo universal de monje”. Aquí no se pierde el potencial monástico y la huída del mundo se reconvierte en celebración del mundo.
Al autor “no le parece plausible entender el fenómeno del monje como metáfora, local y provisional, de un problema capital acósmico todavía no conceptuado”. La pregunta inicial debiera reformularse radicalmente y ya no hablar de monjes, sería: ¿Cómo se manifiesta la acosmisidad humana en la modernidad? ¿Cómo se organizan, hoy, las fuerzas dirigidas al traslado de morada? ¿Qué va a ser de los impulsos del animal polivalente a marcharse y a salir de la ruta sin las vías anacoretas o monásticas?
Hoy la musicalización mediática inunda lo último de interioridad libre, y con su intensidad reemplazó al desierto.
En la modernidad el desierto se ha perdido y el refugio monacal se halla clausurado.
“Distanciamiento del mundo es el mínimo común denominador de sociedad poliescapista”. “En una época sin monjes tienen que buscarse otras salidas”, salidas que contradigan a la burguesía, al atacarse con contenidos que proporcionan el propio hartazgo ininterrumpido, salidas que busquen el “enriquecimiento en la ampliación del espacio interior”.
Laura V. Verón
2 comentarios:
Vásquez Rocca, Adolfo, “Peter Sloterdijk; Metoikesis, revolución anacoreta y cinética profunda del alma”, En Revista Observaciones Filosóficas ©, Asociada al Postgrado en Filosofía - PUCV y a THEORIA Proyecto europeo de Investigaciones de Postgrado UCM. Nº 7, 2008, http://www.observacionesfilosoficas.net/petersloterdijkrevolucionanacoreta.htm
Resumen:
Que ciertos individuos comenzaran a presentarse a contramarcha de los esquemas de su cultura y fueran capaces de emitir consignas de negación abiertas a la normalidad cósmica, es algo que se puede entender más fácilmente si interpretamos la historicidad de los tres últimos milenios como la emergencia del humano potencial de traslado. Se extiende sobre la tierra, desde la India hasta Irlanda, un cinturón ascético, escenario de una pujante secesión de la normalidad cósmica.
Palabras claves:
Antropología, ascetismo, ontoteología, alma, casa, morada, extrañamiento, mundo, eurotaoismo, muerte.
LIBROS
VÁSQUEZ ROCCA, Adolfo
Libro: Peter Sloterdijk; Esferas, helada cósmica y políticas de climatización, Colección Novatores, Nº 28, Editorial de la Institución Alfons el Magnànim (IAM), Valencia, España, 2008.
INVESTIGACIÓN:
Proyecto de Investigación N° DI-10-09/JM - UNAB
“Ontología de las distancias en Sloterdijk, hacia una teoría antropotécnica de las comunicaciones”.
Dirección de Investigación, Universidad Andrés Bello – Fondo Jorge Millas 2009, Facultad de Humanidades y Educación UNAB
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