jueves, 30 de agosto de 2007

Resumen de Nacimiento y crianza en el Imperio romano (Ana María)

Nacimiento y crianza en el Imperio romano[1]

Nacimiento y adopción
El nacimiento de un romano no se limitaba al hecho biológico. Eran aceptados en sociedad por una decisión del jefe de familia. Existían dos formas de tener hijos: engendrarlos o adoptarlos. Estas prácticas evitaban la extinción de la estirpe y permitían convertirse en padre de familia que era una exigencia para los candidatos a los honores públicos y al gobierno de las provincias. El que venía al mundo se convertía en hijo si el padre aceptaba tomar, levantar al recién nacido del suelo- donde era colocado inmediatamente luego de salir del vientre materno- y reconociéndolo rehusaba así a exponerlo.
Otra estrategia dinástica era la adopción, el niño adoptado tomaba el nombre de la familia de su nuevo padre.
El presunto instinto materno o paterno era inducido por la moral vigente que enseñaba a los padres a amar a sus hijos como continuadores del nombre familiar y del prestigio de la estirpe.
La criatura que su “padre” no hubo levantado, sería expuesta en la puerta del domicilio o en los basureros públicos. Tanto la exposición como el ahogo de los recién nacidos eran prácticas “racionales”, según Séneca, era “necesario separar lo bueno de lo que no sirve para nada”. Raramente sobrevivían. Era una práctica común debido a la pobreza de unos y a política matrimonial y patrimonial de otros destinada a solucionar problemas testamentarios. Dado que el padre tenía la prerrogativa de decidir la cuestión testamentaria y cada hijo que nacía rompía el testamento preestablecido, muchas veces se los exponía para no tener que desheredarlos antes de que nacieran.
El autor plantea que los pobres de entonces, a quienes compara con la clase media de nuestra época, exponían a los que no podían criar para no verlos echados a perder por una educación mediocre que los haría inaptos para la dignidad y cualidades excelentes correspondientes a un ciudadano romano. Los campesinos acogían y consideraban “hijos” suyos a los hijos que otros campesinos no podían alimentar, generalmente se convertían en esclavos de sus educadores y con el transcurso del tiempo en libertos.
Los hijos tenidos con una esclava no podían reconocerse, lo impedía el derecho, tampoco adoptarlos, sí darles la libertad.
Los bastardos adoptaban el nombre de la familia de la madre, no existían la legitimación ni el reconocimiento de la paternidad por lo que no tuvieron participación social ni política en la aristocracia romana.
No sucedía lo mismo con los libertos, ya que los hijos de sus antiguos esclavos, tomaban como nombre de familia el del amo que los había liberado, continuando su estirpe.
Funcionaba la vos del nombre familiar y no la vos de la sangre. Así las adopciones y el ascenso social de los libertos compensaban la débil reproducción natural.


Crianza y Educación: Desde el nacimiento hasta la pubertad nodriza y pedagogo (criador, nutridor) tenían a cargo la educación de los hijos de las familias acomodadas. Nodriza, pedagogo y hermano de leche constituían una vicefamilia, vivían con ella pero cenaban con sus padres e invitados, ya que la cena tenía un aspecto ceremonial. La vicefamilia estaba a cargo de una mujer vieja y severa, por lo general la abuela paterna, a quien se confiaba toda la progenitura. Ella reglamentaba sus estudios, juegos, obligaciones. Las abuelas paterna y materna tenían roles bien diferenciado La moralidad de la época planteaba que si los niños se criaban con los padres recibirían lecciones de “molicie”, por lo que el fin teórico de la educación tenía como objetivo adquirir la energía necesaria para resistir al vicio, para templar el carácter.
La crianza y educación deban cuenta de las ideas sobre la naturaleza del niño. Séneca afirmaba que “la severidad de los padres frente al carácter dúctil de los niños, favorece que aprendan lo que les beneficiará”. Se practicaba una ortopedia del cuerpo infantil .Se los fajaba estrechamente para que el cuerpo inmaduro y deforme se desarrolle correctamente, y luego se les inculcaba la cultura propia de los hombres libres, aplicando el recurso al miedo cuando fuera necesario, con el objetivo de fortalecer la “musculatura del carácter”. Un niño bien educado sólo dirige la palabra al padre. Hay una gran distancia entre padres e hijos.
A los doce años se separaban los varones de las mujeres, así como los ricos de los pobres, división que representaba una transmisión de signos. Los varones abandonaban la enseñanza elemental y a los catorce se afeitaban el bozo y abandonaban la vestimenta infantil. Si eran de familias acomodadas continuaban estudiando con un profesor de gramática, a los clásicos y mitología. Las chicas a esa edad ya estaban en edad núbil y a los catorce ya eran adultas. A veces su padre les ponía un preceptor, pero generalmente eran destinadas al aprendizaje de la cultura del entretenimiento, canto música y danza.
Un sentimiento de distancia separaba a los “bien nacidos” de sus inferiores. La cultura y la educación moral marcaban esa distancia. La educación confiaba al niño a la ciudad y no a la escuela. El cuerpo era una manifestación de un adecuado comportamiento.
En la adolescencia la educación tenía como fin embellecer el espíritu, cultivarse en las bellas artes, adquirir prestigio.
La educación monástica que sobrevendría a fines del siglo IV pondrá en cuestión el papel de los espacios públicos (foro) como lugar fundamental de socialización de los jóvenes varones.
No existía la mayoría de edad legal, no se hablaba de menores, sino de impúberes. El padre tenía derecho sobre la vida del hijo. Ser hijo era una forma de servidumbre que finalizaba con la muerte del padre. No podían liberar a un esclavo, ni testar, ni hacer carrera sin el consentimiento de su padre. Sólo eran dueños de un peculio exactamente igual al de un esclavo. Los únicos romanos que eran personas con plenos derechos eran los ciudadanos libres, huérfanos o emancipados, padres de familia casados o no, y dueños de su patrimonio, al que sólo accedían con la muerte del padre.



Bibliografía consultada
Veyne, Paul, (1990), “El Imperio Romano” en “Historia de la vida privada. Imperio romano y antigüedad tardía” ,Ariès Philippe y Duby,G, directores, tomo I Ed. Taurus, Argentina

[1] El presente comentario abarca aspectos de la vida privada del imperio romano durante el paganismo y abarca dos siglos antes de la llegada del cristianismo

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